Fragmentos de entrevista con Camilo José Cela






Por Manuel Llorente

"Yo nunca he tenido miedo al riesgo»

-(..) si la novela es un reflejo de la vida, la vida tampoco tiene argumento. Hasta el más viejo en el lecho de muerte sigue haciendo proyectos para un futuro que no va a llegar nunca. Las novelas del XIX, con su planteamiento, nudo y desenlace, seguían magistralmente un guión impuesto. Ahí están grandes novelistas como Galdós o Baroja, sin hablar de los extranjeros. Entonces se daba todo digerido al lector, pero hoy la novela debe exigirle un esfuerzo, una colaboración, lo cual es más difícil para el autor, claro. Ya no debe limitarse a seguir un camino. Si se le escapa el matiz de un personaje o un momento determinado del tempo de la novela, está perdido."

- Pero buena parte de la narrativa más joven está volviendo a la novela lineal, a los planteamientos tradicionales.

-Seguir haciendo novelas al modo del XIX no tiene sentido, se acaban cayendo por su propio peso, a menos que el autor se contente simplemente con cubrir el expediente, pero estoy hablando de literatura de calidad, no de seudoliteratura. A mí me solía decir Picasso: «el único interés es el comienzo, porque después del comienzo empieza el fin». Y tenía razón. Todo lo que no sea arriesgarse y abrir nuevos cauces es perder el tiempo. Yo nunca he tenido miedo al riesgo. Escribí Oficio de tinieblas 5 y creí que no iba a tener más de cinco o seis lectores, pero ya se han hecho varias ediciones. La técnica en mis novelas es diferente siempre. Desde luego que es mucho más fácil seguir un guión. Pero por ese camino sólo se pueden hacer subnovelas, obras de género sin interés. Además, las aguas en una actividad tan cruel y dramática como la literatura siempre vuelven a su cauce, siempre se acaba redescubriendo al autor arriesgado, genuino, aunque haya estado olvidado durante mucho tiempo por el efecto de las modas pasajeras.

- Con los que no está de acuerdo es con aquellos que creen que la novela como género está agotada porque todo ha sido inventado ya.

- Eso es mentira. ¿Quién puede dar una definición de novela? Yo cuando era un muchacho empecé a coleccionar definiciones de novela y llegué a tener más de trescientas, pero me di cuenta de que no servía para nada porque si el Ulises de Joyce respondía a las premisas de una definición, sobraba El decamerón, de Bocaccio, y lo mismo pasaba con otras obras geniales.

- Usted sabe cuando empieza pero nunca cuando va a terminar la novela ni qué giro le va a dar, ¿no? ¿Cada día es una sorpresa?

-Sin duda. Yo sé más o menos hacia dónde tiendo a ir. Sigo una intuición, una vaga meta, y después llego como puedo. Siempre he dicho que uno parte de un punto de realidad y después eso tiene que pasar por la cabeza y salir por la mano derecha. Es todo un largo proceso en el que hay días feroces, de gran productividad, y otros terribles en los que no me salen más de tres líneas después de estar sentado delante de la mesa seis u ocho horas. Pero para ser escritor hay que tener una gran moral o, de lo contrario, cambiar de oficio. Hace falta presencia de ánimo y también mucha salud física, porque un magnífico poema puede componerse con muy pocas palabras, pero en la novela hay que escribir constantemente, a lo largo.

(El Mundo, España)