El arte de escribir novelas de suspenso





Por Ian Fleming

El arte de escribir sofisticadas novelas de suspenso está prácticamente muerto. Los escritores parecen sentir vergüenza en inventar héroes de raza blanca, villanos de color negro y heroínas en delicados tonos rosados.

Ya no soy un jovenzuelo, tampoco un hombre mayor. Mi libros no son lo que podría considerarse "políticamente correctos". No tengo ningún mensaje para una humanidad que sufre, y aunque fui amedrentado en el colegio y perdí mi virginidad como muchos lo hicieron en los viejos tiempos, nunca he estado tentado en endosar estas y otras terribles experiencias al testo de las personas. Mi obra no tiene intención de cambiar a la gente o hacerla comportarse de una determinada manera. Ella está escrita para heterosexuales de sangre caliente, durante largas travesías en tren, en aeroplanos o en camas de hotel.

Tengo un encantador amigo que es un joven e impetuosos literato de renombre, y que está muy molesto por el hecho de que hay mucha más gente leyendo mis libros que los suyos. Hace poco intercambiamos algunas palabras acerca de esto y traté de calmar su afectado ego diciéndole que sus propósitos artísticos eran mucho más elevados que los míos. Que sus libros apuntaban a la cabeza y, de alguna forma, al corazón de los lectores. En cambio, los míos estaban dirigidos a un lugar ubicado entre el plexo-solar y la parte superior de los muslos.

Lo que quiero decir es que si usted desea convertirse en un escritor profesional debe decidir si va a escribir por fama, por placer o por dinero. Debo confesar, sin pena ninguna, que escribo por placer y por dinero.

Igualmente, siento que, mientras las novelas de suspenso pueden no ser consideradas literatura con "L" mayúscula, es posible escribirlas de tal forma que puedan ser "Leídas como tal". Esto ya ha sido logrado por personajes como: Edgar Allan Poe, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Eric Ambler y Graham Greene. Y no veo nada de malo en tratar de apuntar tan alto como ellos.

Por lo tanto, he decidido escribir por dinero tratando siempre de mantener ciertos estándares en mi escritura. Los cuales incluyen: una prosa directa, una gramática nada excepcional y una cierta integridad en la narrativa.

Pero estas cualidades no garantizan un bestseller. Hay sólo una receta para hacer bestsellers y es bastante simple: si usted analiza con cuidado los últimos que haya leído, encontrará que tienen la siguiente cualidad: no puede usted con ellos dejar de pasar las páginas.

No puede permitirse que nada interfiera con la dinámica esencial de una novela de suspenso. No pueden haber nombres ni relaciones complicadas, ni tampoco viajes o geografías que confundan o irriten al lector, el cual no debe preguntarse nunca: "¿dónde estoy?, ¿quién es esta persona?, ¿qué demonios están haciendo?". Y sobre todo deben evitarse las escenas en las cuales el héroe rumia acerca de su mala suerte, revisa su lista de sospechosos o reflexiona acerca de lo que debió haber hecho o de lo que se propone hacer a continuación. Por todos los medios, escoja la escena o enumere las medidas de la heroína tan amorosamente como quiera, pero, al hacerlo, asegúrese de que cada palabra que escoja interese o haga titilar al lector antes de lanzarlo a la acción.

Bien, habiendo alcanzado un estilo de trabajo y teniendo todos los recursos esenciales para hacer narrativa, ¿qué debe ponerse en el libro?, pues, todo aquello que excite a los sentidos, absolutamente cualquier cosa.

A este respecto, mi contribución al arte de escribir novelas de suspenso ha sido el intentar la total estimulación del lector por todos los medios posibles, hasta en sus más mínimos gustos. Por ejemplo, nunca he entendido porque en algunos libros un personaje debe comer alimentos tan simples e insignificantes. Los héroes ingleses parecen poder vivir a costa de tazas de té y botellas de cerveza y cuando realmente se sientan a comer nunca sabemos en que consiste la comida. En lo personal no soy ningún gourmet. Mi plato favorito son los huevos revueltos. En el manuscrito original de "Vive y deja morir", todo lo que consume James Bond son huevos revueltos, y lo hace de tal forma que un lector perceptivo se hubiera dado cuenta de inmediato que este patrón tan rígido de comportamiento podría significar un serio riesgo a la salud y seguridad del agente secreto. Ya que, si alguien lo estuviera siguiendo, sólo tendría que entrar a los restaurantes y preguntar: "¿Estuvo alguien aquí comiendo huevos revueltos" y de esta forma saber si estaba tras la pista correcta o no. Por ello tuve que volver sobre el escrito y hacer algunos cambios en el menú.

Por todo lo anterior, haciendo un análisis de mis libros y para los efectos de este ensayo, debo concluir lo siguiente: escribo sólo acerca de lo que me es placentero y me estimula.

Mis tramas, aunque fantásticas, están basadas regularmente en hechos reales. Pienso que van mucho más allá de lo probable pero siempre dentro de lo posible.

Mucha gente me pregunta: "¿Cómo se le ocurren esas cosas?, que mente tan extraordinaria (y a veces sucia) debe tener usted".

Ciertamente tengo una gran imaginación, pero no creo que haya nada especial en esto. Todos hemos sido alimentados con historias de hadas y de aventuras durante nuestros primeros veinte años de vida, y quizá lo único que me diferencia de los demás es que yo hago dinero con mi imaginación. Los tres incidentes más fuertes en mi primera novela Casino Royale que arrastran la acción a todo lo largo del texto están basadas en hechos reales. Provienen de mi experiencia en la División Naval de Inteligencia. Sólo las manipulé un poco, añadí un héroe, un villano, una heroína, y de allí salió el libro.

El primero de ellos es el atentado a la vida de Bond fuera del Hotel Splendide: La sociedad criminal SPECTRA ha dado a un par de asesinos búlgaros dos bolsos que deben cargar en sus hombros, uno de color rojo y otro de color azul. Les han dicho que el rojo contiene un fuerte explosivo, y el azul una cortina de humo para ayudarlos a escapar. Uno de ellos debe lanzar el que contiene la bomba mientras el otro presiona el botón del bolso azul. Pero los búlgaros deciden presionar primero este último y envolverse en la nube de humo antes de lanzar la bomba, sin saber que el bolso azul contiene también un explosivo capaz de hacerlos volar en fragmentos y con la idea de no dejar ninguna evidencia que perjudique a la organización.

Increíble, podrán decir ustedes. Pero, de hecho, este fue el método utilizado por los rusos en el atentado contra la vida de von Papen en Ankara.

La escena del juego se formó en mi mente después del siguiente incidente: Mi jefe, el director de la Inteligencia Naval, y yo, nos encontrábamos en un vuelo a Washington en 1941 con el objeto de mantener unas conversaciones secretas con los americanos antes de que éstos entraran a la guerra. El avión debía hacer una escala en Lisboa y tendríamos que pasar la noche allí. Nuestra gente de inteligencia nos informó que el lugar estaba repleto de agentes secretos alemanes y que el cabecilla de éstos y sus dos asistentes jugaban durante todas las noches en un casino de las cercanías. Se me ocurrió de que podríamos ir y darle un vistazo a esta gentuza. Fuimos hasta allá y efectivamente vimos a los tres hombres en la mesa de apuestas. Fue allí que me surgió la idea de apostar contra estos hombres y vencerlos, reduciendo de esta manera los fondos del Servicio Secreto Alemán.

Lo intenté y en tres rondas estaba quebrado. Esta humillante experiencia aumentó mi odio hacia los alemanes y redujo la estima que mi jefe me tenía. Ese fue el incidente que dio origen a la escena en que Bond protagoniza un gran juego contra Le Chiffre, el villano de mi primer libro. Claro que aquí Bond tuvo mucha más suerte que yo.

Finalmente, la escena de tortura que describo en Casino Royale es una versión suavizada del método Franco-Marrueco conocido como Passer á la Mandoline, que fue practicado sobre muchos de nuestros agentes durante la guerra.

Habiendo asimilado todos estos consejos, usted podrá darse cuenta de todo el esfuerzo físico involucrado en la escritura de novelas de suspenso. Y yo estoy completamente de acuerdo. Aunque soy muy holgazán. Quizá mucho más que usted. Y mi corazón se encoge al contemplar las doscientas o trescientas hojas de papel en blanco que debo llenar para producir un libro de 60 mil palabras más o menos bien seleccionadas.

Para esto de escribir me atrevo a recomendar ampliamente cuartos de hotel, como una forma de alejamiento de la vida cotidiana tanto como sea posible. El anonimato en este tipo de ambientes apagados y la ausencia de amigos y distracciones en estos extraños locales pueden crear ese vacío que podría forzarlo a ese estado de ánimo que puede llevarlo a escribir con diligencia y aplicación.

Lo próximo en importancia es mantenerse en una estricta rutina, y cuando digo estricta me refiero exactamente a eso. Yo escribo cerca de tres horas en la mañana, aproximadamente de nueve a doce, y luego otra hora entre seis y siete de la tarde. Luego de esto me recompenso numerando las páginas y guardándolas en un archivador.

Pero, luego de todo este esfuerzo, ¿cuál es la recompensa?

Antes que nada es financiera. Aunque no se obtiene mucho de los derechos, traducciones y esas cosas. Y a menos que sea usted un individuo incansablemente laborioso, apenas podrá vivir con las ganancias, pero si logra vender los derechos para una película, eso sí es un golpe de suerte.

Pero, por sobre todas las cosas, ser un escritor de éxito le proporcionará una vida agradable y placentera. No tendrá que trabajar todo el tiempo y podrá cargar la oficina a todas partes dentro de su cabeza. Y disfrutará mucho más del mundo a su alrededor.

Escribir lo hará más vivo y, siendo el ingrediente más importante de la vida, aunque no lo perciba en la mayoría de sus semejantes, el estar vivo, esto es algo que merece la pena, aunque sólo se escriban novelas de suspenso.

(1962)